Otra noche más sin dormir. Irene continuaba pensando en aquel absurdo recuerdo. A lo largo de los años aquel pensamiento rondaba su cabeza desde que era pequeña, ni siquiera cuando perdió a su hijo esa imagen, que ahora se parecía más a una obsesión, la abandono.
Setenta y cuatro noches durmiendo tan sólo 10 minutos, eran el síntoma inequívoco que su mente solo podía concebir aquello que terminaría por enloquecerla, algo que alguna vez le dijo a Robert, quien hace tres años se convirtió en su ex esposo.
Ahora mientras estaba parada sobre el borde, con la mirada fija como perdida en el horizonte, no pensaba en nada mas.Luego un paso hacia adelante, el viento sobre su cara, la caída, mientras su cuerpo se destrozaba contra el pavimento, ya no pensaba en nada. Ya no pensaba en la sonrisa de Satán.
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